A través de toda la Biblia, notamos una conexión en toda la historia de la humanidad: Dios en su misión de redimir al hombre. Desde el inicio de la creación, Dios tenía en mente un plan de redención para la humanidad. Este plan comenzó desde el primer hombre después de la caída, pasando también por el pueblo de Israel. Sin embargo, la cumbre de este plan de redención tenía que efectuarse a través de Jesucristo, quien vino a la humanidad para establecer su reino. Esta misión comenzó en Dios y terminará en Él. Por lo tanto, no existimos en este mundo para crear nuestro propio reino; sino, para ser parte del reino de Dios en la salvación del hombre.
La Iglesia es llamada a unirse en la misión de Dios. Nosotros somos enviados por Jesús a una jornada misionera. Cristo es quien envió a los discípulos, y ese privilegio también es para la iglesia de hoy. Hay una tarea grande por hacer en todo el mundo. La meta es llegar a todas las naciones; es decir, a todo los grupos étnicos y culturales, deseando ver nuevas comunidades-centradas-en-Dios. Dios continúa con la misión de formar un pueblo para Sí de todas las naciones.
- Como Individuo. Si eres creyente en Cristo, tú eres parte de la misión de Dios. En primer lugar, has sido alcanzado para recibir la libertad del pecado y convertirte en hijo de Dios. Ahora tienes una nueva identidad en Cristo. Por eso, en segundo lugar, eres llamado a unirte a lo que Dios está haciendo como su embajador. Tu nueva identidad implica una nueva misión de vida; eres un agente de reconciliación.
- Como Iglesia. A nosotros como iglesia, nos corresponde proyectarnos hacia la fundación de nuevas iglesias. Buscaremos siempre un involucramiento en la plantación de iglesias centradas en el evangelio por toda nuestra ciudad y nación.